Las mujeres que rondan
Por LUIS IGNACIO SÁINZ, 2024

Las mujeres que rondan a Adam-Adán son dueñas de sus destinos pésele a quien le pese, y entre sí comparecen rivales para nuestra sorpresa sin que coincidieran nunca en el mismo plano o dimensión. Como en el fondo todos los seres procedemos del mismo ente solitario, en Miradas alusivas Nitza Saade deviene modelo singular y plural, binomio apenas distinguido por la mano de su hermana la artista, Lillith-Eva, cara a cara pero sin reconocerse, con los párpados cerrados manteniendo bajo control la curiosidad de esos ojos que, tal vez, han visto demasiado. El rostro es de una serenidad pasmosa, diríase que de otro mundo, a pesar de prescindir de la expresión de la mirada; podría calificarse de belleza metafísica. Recordemos que el pudor y la contención que le es propia, ancla en la vista, los ciegos suelen dar rienda suelta a sus apetitos incluso cuando están y son el centro de una multitud. En consecuencia, al negarse a observar a su alter ego, cada una de estas míticas “varonas” pareciera desestimar la existencia de su eco corporal, ese otro ser que es el mismo como prójimo y que es diferente como sujeto. Van solitarias por el mundo y sus representaciones, demoliendo la posibilidad misma de que broten otras “hembras” en la trama de Berishat-Génesis. Con notable refinamiento Jeanne Saade nos revela la identidad de la modelo, pues en la figura de la izquierda le imposta con elegancia medioriental un velo tatuado en forma de árbol fértil de la granada, en clara alusión a la etimología de su nombre: Nitza, “capullo de flor”. También personifica a Eva, si bien su esgrafiado, más abstracto, alude a un tronco simulado y en movimiento, el árbol de la vida-el conocimiento-el amor. Quizá entreverado con una enredadera a modo de alegoría del áspid malhadado o liberador, a según las conciencias de quienes lo interpreten.